Y fue el cabello largo que tapaba tu sombría mirada, cortado de raíz por tus propias manos, porque querías ser lo contrario a lo que eras ahora. Porque no querías mirarte al espejo y sentir que esas telarañas formadas en tu cabeza seguían presentes. Que día a día, minuto a minuto; no cambiabas y seguías estancada igual que siempre. Y tus incesantes llantos, y tus continuos cambios de humor, lograba que el dolor del humo negro dentro de ese pequeño corazón se fuera extendiendo, tanto que muchas veces habías olvidado el como se sentía ser amado y querido por alguien. Un sentimiento cálido, fuerte, indestructible y recíproco. Jamás habías sentido en carne propia lo que era ser la persona más especial e importante para alguien, y que al mismo tiempo esa persona fuera lo único que tenías en la vida. Hasta que llegó ese rayo de luz. Pero te lo arrebataron de las manos, secamente, fugazmente.
Como una bomba de tiempo a punto de detonar. Fue la sangre que corría por tus venas, fueron las mil maneras en que demostraste que no todo estaba perdido. Y las páginas de tu diario capaz de sacarle una lágrima hasta el corazón más frío yacían en el bote de basura al lado de tu cama lejano a lo que era la realidad. Todo lentamente perdía color, todo se transformaba en dolor y amargura. Porque fue todo lo que diste, todo lo que perdiste, y todo el tiempo que desperdiciaste lo que hizo que ya no se pudiera comenzar de nuevo, que ya nada pudiera ser como antes. Tu ser se había marchado, tu alma se había vaciado, tu ser se había acabado. Todos los pasos en falso que diste fueron los que te hicieron caer en el abismo, uno por uno, lejos de tierra firme. Las hojas en otoño llenas de incesantes recuerdos, palpitante que hacían renacer todo ese dolor, que lastimaba a flor de piel. Como agujas, como ráfagas de viento que perforaban lo que quedaba de tu destrozado espíritu. Fue tu vida entera perdida en un solo momento, fue aquello que amabas y ya no esta más. Fue ese corazón tuyo al que le arrebataron lo que más quería, fueron las horas en que gritabas y gritabas y todo había sido en vano. Y fue el dolor, fue la soledad los únicos que se quedaron contigo, al final. Eso es lo que queda, lo que te queda, lo que me queda. Eso es lo que fue, lo que fue y nunca jamás volverá.