Y te rompiste y lloraste. Y gritaste pidiendo ayuda, pero nadie te ayudo.
Te hundiste en ese pozo oscuro. Te heriste y lastimaste. Y eres tú, la única culpable.
Tu vida se marchito, como las hojas de aquel árbol al que iban a besarse.
¿Recuerdas?
Luchaste y perdiste. Te levantaste y volviste a caer. Y a cada paso que dabas, un pedazo roto de tus alas se caía.
Porque amaste demasiado. Porque te cegaste de odio y rabia. Porque el rencor enveneno tus venas.
Y tus alas se rompieron. Y te llenaste de ira y odio. Y tu luz se fue apagando. Y tú, te fuiste apagando.
Y lo perdiste todo y te quedaste sola. Y te rompiste un poquito más. Y tus ojos se secaron. Y te quedaste vacía.
Pero todo eso no importaba, porque te levantaste y seguiste, caminando a paso lento.
Sola, rota, vacía.
¿Y ahora quieres volver a ser tu misma? No puedes, haz lo que quieras pero solo lograrás romperte aún más.
¡Ya sé! Compra pegamento y remienda tu corazón. Aunque da igual, volverá a romperse, él volverá a romperlo.
Anda, vete, huye, corre, sé cobarde. Pero no vuelvas. Vete, escapa, escóndete, no importa.
Pero sálvate. No te dejes arrastrar al infierno nuevamente.
Grita, grita hasta sangrar tu garganta. Y te quedes sin voz. Y tus pulmones pidan a gritos aire.
Pero grita que estás viva.
No llores, no sufras, no caigas. No vuelvas a romperte, que el pegamento aún esta fresco.
Respira y camina lento, vive lento, que así se disfruta más.